Documento: Conferencia Episcopal Argentina (CEA)

El texto del mensaje está compuesto por una introducción y cinco capítulos: “Una justa y esperada reparación de la memoria” (capítulo 1);  “Organizar la casa común” (capítulo 2), “Algunos males de la casa común” (capítulo 3), “Independencia y educación” (capítulo 4) y “Casas de encuentro” (capítulo 5). Como se indicó, el recorrido de todo el texto se hace a partir de la imagen de una casa que, como la Casa Histórica de Tucumán, alberga los deseos del pueblo con una mirada hacia el futuro.

El primer capítulo es una reseña histórica sobre el “momento fundacional que estamos celebrando”.  Se propone “volver la mirada sobre aquella primera generación de argentinos, que interpretando un creciente sentimiento de libertad de los pueblos a quienes representaban, asumieron la grave responsabilidad de encauzar los ideales americanistas”. Se recuerdan los debates por la forma de gobierno para el país, la presencia de numerosos clérigos como partícipes del Congreso y cómo la casa de Tucumán acogió a todos los sectores e intereses, incluso aquellos que no estuvieron directamente representados como los indígenas. 

El capítulo dos presenta siete temas vinculados a la realidad política, económica y social del país. Recoge el magisterio de la Iglesia local y universal sobre el sentido social de la democracia, la política, la noción de pueblo, integración de todos los sectores, generación de trabajo, federalismo, economías regionales, bien común y familia.

El capítulo tercero refleja algunos males afectan a los valores sociales y a la vida íntegra de cada argentino y que son un atentado contra la casa común. El principal de nuestros males es el desencuentro que no nos deja reconocernos como hermanos, a lo que le sigue la corrupción generalizada, la plaga del narcotráfico y el descuido del medio ambiente. Estos son algunos ejemplos que muestran que la gran familia de los argentinos está en riesgo y que la casa que compartimos puede resquebrajarse. El mensaje hace aquí un análisis particular de estos tres males: corrupción, narcotráfico y descuido de la casa común.

El capítulo cuarto se centraliza en la educación. “La casa común que formamos todos los argentinos, simbolizada en la casa histórica de Tucumán, no se cuida y se construye sólo preservando el bienestar material de los ciudadanos, sino desarrollando un proceso educativo que, además de ofrecer información y capacitación, forme a los argentinos en valores, los haga capaces de reconocer sus fragilidades y desarrolle en cada uno las virtudes cívicas que conforman una red de compromisos estables.” En cinco puntos, se presentan algunas dimensiones y propuestas sobre educación proponiendo como acentos fundamentales: una educación humanista, una educación para forjar una cultura del trabajo y una educación para las virtudes cívicas propias del ciudadano, cualquiera sea su posición en la sociedad.

En el último capítulo se vuelve a expresar el sentido del documento, destacando las figuras de María Antonia de la Paz y Figueroa (Mama Antula) y el Beato José Gabriel del Rosario Brochero, que serán proclamados por la Iglesia, beata y santo respectivamente. Se pone de manifiesto su tarea pastoral estrechamente unida a lo social. La metáfora de la casa común también lleva a pensar en los grandes Santuarios Marianos de todo el territorio nacional, lugares privilegiados del encuentro entre los hijos y la Virgen Madre. Bajo el manto y cuidado de Nuestra Señora de Luján, que recibe a todos los que la visitan sin hacer distinciones, “confiamos el destino de nuestra Nación”.



Suscripción gratis